Mini-Capítulo: 15 y 1/2

Joseph Shaw contempló al muchacho. Aunque lo tenía de espaldas, capturó la mirada devoradora que le dedicó a la fiscal mientras ella se iba, el gusto sádico que le ocasionaba verla sufrir. Decidió entonces que no podía confiar en Miller, porque Miller era otro depredador y hace falta a un zorro para descubrir a otro. No le gustaba, del mismo modo en que no le gustaba nadie que tuviera ambiciones. La era Vega de Nueva Noir llegaría a su fin y, para cuando eso ocurriera, Shaw tendría que estar en una posición cómoda para apoderarse del puesto. Todos creían que él era un mediocre burócrata sediento de poder, pero estaban en un error. La grandeza no fue hecha para los estúpidos.

—¿Qué piensas de la ramerita? —preguntó.
—Que hay que vigilarla. Stark irá a ella, más temprano que tarde. Ten a tus hombres listos.
—¿Y luego qué?
—¿Uhm?

Miller volteó de medio lado.

—¿Después qué? ¿Sales convertido en héroe o salimos convertidos en héroes?

La noción provocó un temblor de risa en los hombros del fiscal. Se tardó para contestar, estudiando el escenario en las sombras. Este hijo de puta le daba muy mala espina a Shaw. Probablemente habría que sacarlo de en medio.

—No había pensado en eso, la verdad —dijo e inhaló del cigarrillo.

Shaw no le creyó.

La puerta frente a ellos se abrió y un hombre fornido hizo aparición. A ambos se les hizo familiar, pero ninguno podía recordar dónde lo habían visto.

Se abrió paso hasta el estante que estaba detrás del escritorio, el estante privado de Joe Shaw.

—¿Quién coño te dijo que podías--- empezó Shaw.
—Cállate, viejo maricón —dijo el hombre.
—Hijo de las MIL PUTAS.

Antes de que Joseph Shaw alcanzara su arma dentro de su chaqueta, ya el otro le estaba apuntando con un revólver .45. Lo hacía sin prestar demasiada atención, concentrado en el estante. Amartilló el revólver.

—Quédate tranquilito —dijo, sacando una botella de brandy a medio consumir. Señaló a Walt con el revólver:—. Tú. Sácame un vasito del estante, por favor.

Sin chistar, Walt Miller obedeció. Cuando un hombre actúa de esa forma en la propia estación de policías, lo menos que puedes hacer es escuchar. Consiguió el vaso de vidrio, pequeño y ancho, y se lo puso al hombre a un lado. Le sirvió el trago.

—¿Se puede saber quién eres? —Shaw tenía las manos sobre la mesa.
—Yo soy… hmmm —bebió la mitad del trago—. ¿No tienes hielo?
—¿Cómo sabes dónde guardo el brandy?
—Llevo un año vigilándote. Les traigo un mensaje de Vernie Vega.

Bebió el resto del vaso, reacomodó el martillo del revólver y se lo metió en la pistolera.

—Yo soy Mick —dijo—. Vernie no pudo venir por motivos obvios.
—¿Qué pinta Vega en todo esto? —preguntó Miller y de inmediato se arrepintió de haber abierto la boca.
—Es su puta ciudad, ¿no te parece que tiene algo qué ver? Sírveme otro trago.

Miller obedeció.
Mick tomó el vaso, dio un sorbo y se recostó junto a la ventana. Las luces de una ciudad que no duerme —por las pesadillas que le esperan— le dibujó formas en la cara.
—Vine a decirles qué es lo que haremos con la situación Stark —dijo—. Lo primero que deben tener en cuenta es que esto puede terminar de tres maneras. Uno, Matthew mata a quien sea que lo quiso joder. En ese caso, es probable que se entregue y el problema queda resuelto. Dos, un afortunado mata a Stark. Lo entierran, se hace una película directo a DVD y listo, volvemos a los asuntos de Nueva Noir. Problema resuelto. Tres, se matan unos a otros, solucionándose el problema más rápido que inmediatamente; una solución ideal aunque improbable. Ustedes van a dejar que las cosas sigan su curso, ¿me entienden?

El jefe Shaw se levantó con parsimonia, retorciendo la cara como si tuviera un agudo calambre estomacal.

—¿Cómo es eso que me has estado vigilando?
—Un momento —Miller tenía el lenguaje corporal de un domador de leones—. ¿No deberíamos encarcelar a Stark?
—Y… —Mick bebió otro trago, con los ojos fijos en los del fiscal— lo harán, pero no ahora. Entiendan que si meten preso a Stark antes de que termine su venganza, va a convertir a la cárcel en otro baño de sangre. Vernie quiere que la ciudad siga su ritmo normal y que esto se esconda bajo la alfombra.

—Esa es la idea más estúpida que he escuchado —Shaw seguía de pie.
—Tú deberías quedarte callado. Si siguen girando en torno a él, le darán más publicidad y la gente seguirá enamorada. Déjenlo desaparecer. Pero no lo toquen hasta que una de las conclusiones que dije ocurra.

Se tragó el resto del vaso, volteando los ojos y alzando la lengua, por un momento visible y agigantada en el fondo del cristal. Puso el vaso con un golpe seco como un puño sobre el escritorio.

—Creí que Vega era amigo de Stark —dijo Miller.
—Lo son. Por eso es que no quiere que ninguno de ustedes, animales, se mezcle con él. Gracias por el trago, abuelo.

Y como vino, Mick se marchó.



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